El Bicentenario no será de la oligarquía..

martes, junio 1


Hace 200 años comenzaba en nuestro país el proceso revolucionario y democrático de independencia, en el seno de la primera junta de gobierno de la patria, se disputaban dos proyectos, uno era el auténticamente democrático, en él estaban Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Castelli, sectores de la pequeña burguesía y trabajadores, que pretendía romper los lazos de dependencia, inspirado por los ideales revolucionarios de libertad e igualdad de la revolución francesa. El otro proyecto, defendido a ultranza por Saavedra, pero dirigido y apoyado por la oligarquía local y la cúpula eclesiástica, solo buscaba pasar de una dependencia político-económica de la corona española, a una entrega económica absoluta a Gran Bretaña, quienes finalmente se impusieron valiéndose de las más desleales formas.

Todavía hoy subsisten enclaves coloniales y ataduras económicas, legado de una historia donde cualquier intento de independencia del imperialismo logró ser sofocado a través de dictaduras perpetradas por militares y civiles al servicio del imperio y el capitalismo. Paradójicamente, nos encontramos al igual que hace 200 años con dos proyectos de país claramente opuestos, el democrático y popular, encarnado en un movimiento popular que se refuerza y reconstruye tras la derrota neoliberal, y el reaccionario y entreguista. Es nuestro deber levantar hoy más que nunca las banderas de independencia, soberanía e igualdad en un contexto donde se abren en Nuestra América caminos de autodeterminación, con gobiernos elegidos democráticamente por sus pueblos. Solo a través de la integración regional lograremos ser verdaderamente libres.
Nuestro deber histórico es hoy bregar por la unidad del campo popular, asumir juntos este Bicentenario patrio como un punto de partida, y no de llegada. Marchar hacia la segunda y definitiva independencia es una exigencia insoslayable para librarnos de las ataduras políticas y económicas y desterrar para siempre de nuestras tierras el sometimiento a la voluntad de los centros de poder imperial. Para esto debemos ser concientes de que el enemigo es poderoso, tal vez más poderoso de lo que nunca fue, y sobretodo convencido de su carácter de clase y su odio visceral al pueblo. No será fácil conseguir estos avances, solo podremos hacerlo defendiendo con la vida los avances que ha conseguido nuestro pueblo luego de la caída (aunque aun da batalla) del paradigma cultural del neoliberalismo, luchando contra los paladines del fin de las ideas, los que quieren volver a someternos, la derecha más reaccionaria, los anti pueblo y contra su mejor arma en este siglo XXI que son los monopolios concentrados de información.

No permitiremos, como pasó en el primer centenario, que sea un festejo de la oligarquía y no del pueblo, somos la juventud, la generación del bicentenario, los que no nos olvidamos de las mentiras históricas endilgadas a los héroes de la revolución de mayo, no nos olvidamos de la Patagonia rebelde, de la semana trágica, Ingalinella, el primer desaparecido de nuestra historia, la fusiladora, el cordobazo, los 30 mil sueños arrebatados, el trágico diciembre de 2001. Por todo esto, por cada sueño que se pagó con balas, por cada uno de los que vivieron y murieron luchando por una patria liberada, hagamos de este Bicentenario el festejo del pueblo que sueña con una vida más digna.

La lucha es y será dura, la oligarquía se niega a perder lo que le ha sido entregado en décadas de liberalismo económico, pero la situación latinoamericana y la brutal crisis en el centro del poder capitalista nos abre enormes posibilidades. Hoy, más que nunca, levantemos los ideales revolucionarios de los jacobinos argentinos de 1810, unámonos todos los que soñamos con la verdadera y definitiva liberación nacional y gritemos, como lo hiciera Castelli: "La revolución es un sueño eterno..."

1 comentarios:

La Caló dijo...

Te dije alguna vez que me gusta mucho esto que escribiste?

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