Cual es el mérito de ese progresismo pulcro? Se volvieron marxistas? Que los hace más revolucionarios? Ellos llevan una bandera blanca, la bandera de la rendición, la bandera de lo bien visto, del famoso consenso. No me convencen poniendole la cara del guerrillero heróico, por más tatuado que lo tenga, por más remeras que tenga.
Relata el Feinmann viejo un diálogo entre Cooke y Salamanca, allá por el 59:
–Mirá, Gordo, el problema es éste: los obreros son peronistas, pero el peronismo no es obrero. Cooke responde:
–Si el peronismo fuera obrero como los obreros son peronistas, la revolución la haríamos mañana mismo.
–Y sí, claro –dice Salamanca–. Tenemos que conducir a la clase obrera al encuentro con su propia ideología. Que no es el peronismo.
–Estás equivocado –dice Cooke–. Eso es ponerse afuera de los obreros. Eso es hacer vanguardismo ideológico, Salamanca. Recordá el brillante consejo de Lenin: hay que partir del estado de conciencia de las masas. ¿Está claro, no? La identidad política de los obreros argentinos es el peronismo. No estar ahí, es estar afuera, es quedarse afuera.
Hoy los tiempos son otros, el peronismo ya tuvo todas las formas posibles. La realidad es que hay un gobierno nacional, popular y antiimperialista. Profundamente nacional, bastante popular y todo lo antiimperialista que se puede ser en el contexto de este siglo que nace. No bajemos las banderas rojas, el país y latinoamerica necesita que las levantemos más alto que nunca, pero en el lugar correcto. La crítica y la superación son elementos propios y necesarios del marxismo. No hay que tener miedo de ensuciarse las manos, nos hemos embarrado mucho peor.
El que quiera entender que entienda, el que quiera discutir que discuta. Y el que me diga peronista, que me lustre el sable con la boca.
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